Hace más de 40 años Bogotá se dio el lujo de albergar a los mejores artistas del país convirtiéndose, de paso, en el epicentro de este género musical.

El fenómeno se dio porque a toda una generación de artistas le dio por viajar a la capital en busca de mejores oportunidades. Así fue como varios de ellos se dieron a conocer en los grilles de la carrera séptima de Bogotá, cultivando, de paso, el público que luego se volcaría a comprar sus LP´S.

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Mario Jursich Durán, Autor de este libro no es Bogotáno, nació en Valledupar, es Filosofo, periodista cultural, poeta, escritor y traductor colombiano. Es subdirector y miembro fundador de la revista El Malpensante de Bogotá. También ha sido presentador de televisión. Tradujo obras de Alessandro Baricco, Rubem Fonseca y Gesualdo Bufalino.

Como poeta se dio a conocer en 1990 con su libro Glimpses. Ha publicado ensayos y crónicas donde explora aspectos inéditos de la vida sociocultural del país.

Estudió Filosofía y Letras en la Pontificia Universidad Javeriana. Se ha desempeñado como profesor de periodismo en esa misma universidad y en la Universidad de los Andes. 

Director de la revista El Malpensante, se puso en la tarea de juntar, en un solo libro, las historias de esos músicos que hicieron explotar la salsa en Bogotá.

Yo No Quiero Piedras en Mi Camino

¿Cómo nació la idea de recopilar, en un libro entrevistas, perfiles y crónicas de los distintos músicos que coincidieron en la Bogotá de los años 70?

La idea surgió en el 2012 por carambola. El Instituto de las Artes en Bogotá quería hacer un libro sobre los 15 años de Salsa al Parque y me ofrecieron la curaduría del proyecto. Tiempo atrás yo había dirigido una tesis en la que se entrevistaba a 14 protagonistas de la rumba capitalina y por eso sabía que el tema era mucho más amplio. Entonces les propuse algo distinto: no ya una historia del Festival sino un gran panorama de la salsa en Bogotá que tuviera como epílogo a Salsa al Parque. En Idartes se entusiasmaron con la idea, vincularon a la gente del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural y así empezó la vaina.

FueraZapatoViejo

¿Qué va a encontrar el lector cuando abra este libro?

Muchas sorpresas. El libro tiene 624 páginas; incluye casi 400 fotografías –en buena parte inéditas– y la nómina de autores va desde ‘seniors’ como Daniel Samper Pizano, Tomás González, Alberto Salcedo Ramos y Antonio Morales Riveira hasta jóvenes promesas como Andrés Felipe Solano, Carol Ann Figueroa o Ángel Unfried.

¿Por qué se llama ‘¡Fuera zapato viejo!’?

Por un pregón de Ismael Rivera en “Yo no quiero piedra en mi camino”. Con eso quise significar que en Colombia, pero sobre todo en Bogotá, la música del Caribe ha cumplido un poderoso papel en la modernización de la vida. La salsa atenuó el racismo, relajó el control religioso, permitió que las mujeres conquistaran la noche, cambió los hábitos nocturnos, impuso nuevas vestimentas —un chiste decía que “la tristeza es un costeño con gabardina”—, favoreció los raros peinados nuevos y en general instaló un imaginario caribe en una ciudad profundamente andina.
El libro cuenta con una variopinta selección de periodistas y escritores. En su labor de editor, ¿fue difícil seleccionarlos?
Digamos que la dificultad me la causé yo mismo. Al principio estaba encaprichado con que los autores debían saber bailar, pero de inmediato entendí que ese dizque requisito me iba a reducir dramáticamente la lista de posibles candidatos. Así que, al final, mi principal criterio fue escoger melómanos con ponche para escribir. Muchísimos libros sobre música tienen el defecto de haber sido escritos por gente muy erudita pero poco hábil con el lenguaje. En ‘¡Fuera zapato viejo!’ porfié para que nadie encallara en ese pantano.

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Chucho el Picao y a Nilsa dando cátedra de baile en El Tunjo de Oro. La foto la tomó Hernando Villarreal.

¿Por qué decidió que el libro fuera diagramado a imagen y semejanza de una revista?

Por una razón parecida a la anterior. Tengo un montón de libros sobre música del Caribe y casi todos, sin excepción, están pésimamente diseñados. Cuando estábamos en las primeras de cambio, la única recomendación que le hice a Ignacio Martínez, el diseñador, es que ‘¡Fuera zapato viejo!’ no podía verse ni como un ‘coffee-table book’ ni como un catálogo de iconografía popular. Yo quería que fuera moderno y dinámico, porque la salsa también es moderna y dinámica. De allí surgió su idea de diseñar el libro como una revista.

¿Qué tan difícil fue la búsqueda de las fotos de archivo?

Eso siempre es difícil, y en este caso más, porque uno piensa que todo el mundo tiene fotos de sus fiestas. Resulta que no; son poquísimas las personas que en los años 70 y 80 se fotografiaban dentro de un bar. Esa moda vendría mucho más tarde, cuando aparecieron los celulares con cámara y las redes sociales crearon un entorno propicio para exhibir esas imágenes. Además, como la salsa fue tan marginal en sus comienzos, ni los periódicos ni las revistas bogotanas se interesaron por registrar esa “música de putas y marihuaneros”. Sin embargo, lo que parecía una dificultad terminó siendo una ventaja. Coleccionistas, melómanos, bailarines, empresarios nocturnos, fiesteros: ¿quién no me abrió generosamente sus archivos? Gracias a eso, ‘¡Fuera zapato viejo!’ tiene una deslumbrante galería gráfica que incluye fotos, tarjetas de visita, flyers, portadas, afiches, mapas y un larguísimo etcétera. Y no solo eso: ya que la mayoría de los protagonistas del libro están vivitos y bailando, aprovechamos para retratarlos de nuevo. La salsa no ha parado, y sus protagonistas tampoco.

¿Por qué se dio ese éxodo de tantos artistas de las regiones hacia Bogotá si la capital, en ese entonces, no era un escenario fuerte para la salsa?

No olvide que la historia de la salsa también es una historia de la inmigración. Muchos músicos llegaron a Bogotá convencidos de que, en un país tan centralista, las mejores oportunidades de trabajo estaban en la capital. Otros, como Jairo Varela, vinieron por azar (la casa de su familia en Quibdó se quemó por un incendio) y aquí encontraron un entorno propicio para llevar adelante sus planes. A fin de cuentas, no importa si estuvieron una corta temporada o toda la vida. La música, la salsa en particular, les permitió forjarse una vida a la altura de sus sueños.

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Aristarco Perea y sus Negritos del Ritmo en el Parque Nacional.

¿Cuáles son los hallazgos más importantes de este proyecto?

Sólo mencionaré tres, aunque en el libro hay muchísimos más: Jairo Ruiz Grijalba descubrió que en Bogotá existe un disco inédito de Jimmy Sabater, Carol Ann Figueroa reconstruyó la historia de Discos Melser –el primer sello pirata de la ciudad– y César Pagano me dio las pistas para encontrar a Hernando Villarreal, uno de los pocos si no el único fotógrafo que captó imágenes de la primera hora de la salsa en Bogotá.

¿Cómo hay que tomar este libro, como la compilación definitiva de tanta rueda suelta que había en el nacimiento y explosión de la salsa en Bogotá? ¿Como la enciclopedia “autorizada” de los orígenes de la salsa en la capital? ¿O quizá como un ambicioso proyecto editorial que abarca la historia de la salsa en Colombia?

Los lectores serán quienes lo decidan. Yo me limito a comentar que no es un libro nostálgico ni ‘vintage’. Puede que la salsa no tenga el arraigo de épocas anteriores, pero definitivamente sí está muy viva.
Para ser editor de un libro como éste, hay que saber muchísimo de salsa o, al menos, estar muy bien rodeado. ¿Cómo hizo para el ‘fact checking’? Porque hay muchos mitos alrededor de la salsa y que, justamente, los coleccionistas se han encargado de alimentar…

Los músicos tienden de manera espontánea a la mitología. Cuando en el 2009 dirigí aquella tesis sobre la salsa en Bogotá, me di cuenta de que había mucha imprecisión sobre las fechas, confusión en torno a determinados personajes o simple y puro delirio. Por supuesto, las dudas traté de resolverlas con gente muy informada –Chepe García, César Pagano, Hernando Gómez, Álvaro ‘El Chocolate’ Quintero, Rubén Toledo– y ese trabajo lo complementé con una búsqueda extenuante en archivos. Aun así, me resigno a que en el libro haya errores. Es inevitable.

¿Qué mitos logró derrumbar?

El más obvio, que Bogotá es una ciudad gris y fría donde la gente no baila. Pura paja.

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Senén Mosquera, ex arquero de Millonarios y fundador del primer bar salsero que hubo en la capital: Mozambique

¿Y lo más pintoresco que halló?

Me divirtió saber que Juan Guillermo Gaviria, uno de los fundadores del famosísimo Goce Pagano, es uno de los hermanos de José Obdulio Gaviria.

¿Se quedó algún artista por fuera o están los que son?

Tengo tanto material extra que pudiera hacer un tomo adicional de 300 páginas. Yo hubiera querido incluir piezas sobre Carlos Molina, un músico bogotano nacido en 1902 que participó en varias películas de Hollywood y cumplió un destacado papel en la época del mambo, o sobre Benny Bustillo, un trompetista de Güines que pasó por la orquesta de Arsenio Rodríguez y fue el maestro de no pocos intérpretes en la ciudad, o sobre la grabación del que se considera el último disco de Daniel Santos. Lo hizo en Bogotá en 1987 y, aunque nadie se acuerda del tema, incluyó allí una sabrosa canción dedicada a Gabriel García Márquez. Pero, coño, el libro tiene más de 600 páginas. Esperemos a ver qué pasa en la segunda edición.

Fuentes: Wikipedia, Periodico El Pais de Cali, www.panoramacultural.com.co

Hard Salsa Bogotá