Como alguna vez escuché en boca de varios dueños y directores de orquestas: Los músicos que consumen droga son quienes interpretan mejor los instrumentos y los cantantes le ponen más sabor. Puedo atreverme a decir que con el ejemplo que viene a continuación en los próximos párrafos daría razón a las palabras salidas de la boca de aquellos garroteros. el éxtasis de la salsa

Primero el licor y después la droga hacen que se desdoble el ser humano y entre en un estado letárgico que duplica o triplica el sabor y el afinque para jugar con los instrumentos, claro está que ya con la experiencia de rodar y rodar de combo en combo, de orquesta en orquesta, de grupo en grupo y ahora tengan cuidado que vienen los anormales.

En este país de locos surgen proyectos inverosímiles de sueños que se convierten en hechos de la realidad, ya que la orquesta Son Callejero, integrada por músicos entrados a la calle, víctimas de la droga, suena increíble, estampar esta rara historia en la memoria de nuestros lectores, pero queremos rescatar el valor y la persistencia de tan talentosos seres humanos por salir adelante, para no dejar morir la idoneidad musical en sus integrantes, con el objetivo claro de no acabar con su salsa de la calle, lugar donde nació y donde seguirá evolucionando.

No es raro que para la sociedad los músicos caigan en el vicio de la droga, y más de algunos que alcanzaron la fama, pero no la pudieron asumir con responsabilidad y autoestima. En este caso compete hacer referencia a Son Callejero, un grupo de músicos que fueron famosos, estuvieron en orquestas de cartel nacional e internacional de mucho éxito y trabajo musical a reventar.
Hombres sin razón de ser, hombres sin razón de existir con la muerte pisando sus talones volvieron a la popularidad a través de la música y su salsa, a través del proyecto cultural dirigido por Dairo Cabrera quien reunió a los músicos con una ardua labor gracias a que todos sus integrantes se conocieron en el hogar de paso OASIS, caídos de la fama a la nada de la calle en donde la vida no tiene valor, en lo más profundo de la oscuridad del vicio, el placer y la maldad de sus ideas libertinas, lisonjeras y recíprocas.

“La calidad sonora de éste viaje de sabrosura está afincado en monstruos de la música como Roberto Echavarría, Edgar Espinosa, Alberto Puello y Toño Ortiz, entre otros; tremendos caballos del gremio salsero y tropical. Hombres que cambiaron la fama por su nuevo modus vivendi, pero que se la gozan con la verraquera característica de estos grandes músicos que se introdujeron en la búsqueda de la deliciosa libertad del goce, la libertad que les ofreció el tirano jíbaro en medio de la maldad, en el día y en la noche, a toda hora para calmar su sed de ansiedad de consumo, haciéndolos volar hasta sus sueños: “el chance de soñar con una vida al derecho en su mundo al revés”.

Son Callejero nació en la calle, vive en la calle y le toca a la calle, a esa selva de concreto que se convirtió en su vivienda, en el hogar de su salsa, y es a través de las composiciones de Alberto López de Mesa, de quien puedo decir de manera jocosa que absolutamente “se la fumó verde”, que se enfrentó al papel para dibujar con letras esta experiencia de vida y la de todos sus compañeros de fuma y de nueva fama. Se inspiró en el cartucho y en los frutos del árbol prohibido, en un hombre muerto que al basurero lo tiran sin compasión y en unos hijos que nunca sabrán el futuro que hallaran, porque en el cartucho la vida no tiene ningún valor. Es su salsa social, con letra, con letra menuda, porque las letras de la canción de Son Callejero entran en el corazón de todo melómano y salsero como una inyección directa a la carótida.

A tanta oferta se vendieron y a la locura se entregaron y se desquiciaron, comieron las hojas del fruto prohibido y fumaron la esencia maligna inmortal, alucinando vivieron como horribles bestias sin condición alguna, pero ante todo buscando la voluntad y sus virtudes que ha de salvarlos porque con música piden ayuda al mundo que los rodea.

Son hijos del asfalto y protegidos de la noche, tienen el cielo por techo y los prados por colchón, porque son, son, son callejeros y las calles son suyas, son buenos para el retaque y los mejores recicladores del son y su vacilón; y como habitantes de la calle viven muy alegres y contentos porque la calle es su universidad y eso les inspira su cuento y su sueño de volver a la fama con su salsa, a pesar de haberse hundido en su mundo callejero sembrado con hierbas del mal, ya que no pudieron evitar las tentaciones y a toda hora les suena la rumba y en cada esquina venden el placer de su proyecto musical hecho realidad.

Veneno Infernal

Fotografías tomadas del facebook de Son Callejero
Hard Salsa Bogotá